02 junio 2008

Contador pisa la huella de Indurain











Alberto Contador, en el podio de Milán con el trofeo que le acredita como ganador de la prueba italiana. /REUTERS
¿Dónde está Contador? La mayoría de los corredores del Astana ya han desayunado. Las camareras están a punto de recoger el comedor del hotel Axolute Confort de Cantú. Servilletas exprimidas, cáscaras de yogurt, corros de café en los manteles. ¿Y Contador? ¿Que tiene que ir a la contrarreloj para ganar el Giro! Hay que buscarle. Es fácil. Basta con escuchar. En la habitación 201 hay bullicio. Voces de un locutor en italiano. Habla del Mortirolo, de Áprica. De Contador, la maglia rosa.

Dentro de la 'suite' está Alberto. No baja aún a desayunar. Es que en la televisión están repitiendo su etapa del sábado. A todo volumen. Sueño televisado. Siete horas después, en la calle Corso Venezia de Milán, sí fue puntual. Tenía apenas cuatro segundos sobre Ricco. Y le sacó 1 minuto y 53 segundos. De sobra. Más que puntual. Ha llegado pronto a lo más alto del podio de Milán. Con sólo 25 años. Lástima que el veto del Tour al Astana no le deje 'estropear' las siestas de la afición en julio. Como hizo Indurain. Al ciclismo español, podado en los últimos años por el dopaje, le ha tocado un campeón providencial.

«Contador se ha sostenido en este Giro por su talento», dice Gallopin, el director francés del Astana. Para tallar al madrileño hay que oír a los suyos. A Kloden: «Es el corredor con más clase con el que he corrido». Y corrió años con su íntimo Ullrich, el ciclista con mayor tracción muscular. También se puede escuchar a Leipheimer: «Alberto vino al Giro sin prepararlo. Con eso vale para no tener ninguna duda sobre quién es el mejor». Bruyneel, mánager de equipo kazajo, lo confirma: «El mejor del mundo. Y aún no ha tocado techo». Puede compararlo con Armstrong. Ya lo dijo el pasado martes: «Veo cosas en Alberto que sólo he visto en Lance». Palabras mayores. Con 25 años, Contador aún está tanteando sus límites. Casi nadie es capaz de ganar un Giro. Él lo ha logrado sin estar en plenitud. Doble triunfo: físico y, sobre todo, mental.

De vacaciones

De las vacaciones en la playa, al Giro. Sin transición. Llegó a la salida de Sicilia obligado. Con las piernas llenas de arena. Eso sí, con el orgullo intacto. Jugar es sinónimo de ganar. De intentarlo. Con ese arsenal anímico convirtió su llegada precipitada al Giro en una obra maestra. Hasta esta carrera, Contador era un escalador rapaz. Ciclista a degüello. De los que gustan. Un 'Pantani', su ídolo. Desde el Giro hay dos 'Albertos'. Ése y el calculador. Metrónomo. Ganar el Giro sin ganar etapas. Aprender a ceder sin explotar. Manejar el temple, los nervios ajenos. Dice Ricco, su rival, que «no ha vencido el más fuerte». Suena a crítica y es un elogio. Contador le supera en la general de la ronda italiana y en una cualidad heredada de Indurain: la diplomacia. Ricco, en cambio, malgasta oxígeno cargando contra todos. Es su estilo. Su estigma.

Así, en silencio, el líder de Pinto penó al inicio del Giro, en la meta de Agrigento, la segunda. Esa tarde ni quiso mirar el pulsómetro. Desbocado. Loco. Taquicardia agónica. Dudó incluso. Ricco le sacó los ojos. Para la decimoprimera jornada ya estaba con la 'cobra' del Saunier y con Di Luca. Venía de casi ganar la 'crono' de Urbino. El ciclista total: en montaña y contra el reloj. Luego soportó sus altibajos en las tres etapas dolomíticas: sufrió en el Paso Giau y en Alpe di Pampeago. Se recompuso en la Marmolada y Plan de Corones. Tenaz. Es de goma. No casca. Igual le ha pasado este fin de semana en la Presolana y el Mortirolo. Economiza pérdidas si va mal; juega con los rivales si va bien. Cuando en 2004 le abrieron la cabeza en una cama de hospital para extirpar un cavernoma, los cirujanos enredaron en la zona del cerebro que manda sobre los estados de ánimo. Pudo regresar de esa camilla como un vegetal; o histérico. Volvió el ciclista equilibrado.

Audiencia televisiva

De crío gastaba la paga dominical en trigo. Silbaba y aparecía un tropel de palomas. Nació para ser un reclamo. El Giro había desaparecido de la audiencia televisiva, copada por motos y coches. Con él vuelven al diccionario palabras de leyenda: Gavia, Mortirolo, Marmolada... Binda, Coppi, Merckx, Indurain... Como el navarro, Contador ha ganado primero la París-Niza, luego el Tour y después el Giro. Paso a paso. Tras esa huella. Indurain, que calzaba con pie de gigante, empezó la ristra a los 27 años. Su relevo madrileño anda dos años antes. Calca la pisada. Ayer, si la contrarreloj final de Milán hubiera sido más larga -sólo 28 kms.-, habría doblado a Ricco. Como Indurain con Chiapucci en 1992. Viaje en el tiempo.

El reloj siempre filtra las expectativas. Era una 'crono' plana, casi en descenso. De aire en contra. Aerodinámica. Contador lleva el traje de Armstrong. Está en el que fue su equipo. Ese molde. Subió a la rampa y se citó con dos gestos. El primero antes de salir: se persignó tres veces. El segundo, en la avenida Corso Venezia, en la meta de Milán: dos golpes de orgullo en el pecho y una mano con forma de pistola al frente. Su sello íntimo. Ricco había disputado la 'crono' con el cuello estirado. A punto para la guillotina. 'Zas'. Así sonó la primera referencia, la de kilómetro 10. Contador ya le sacaba 55 segundos. Pinotti iba a ganar la etapa y Bruseghin, un merecido puesto en el podio del primer Giro de Contador. Hoy podrá ver el vídeo en casa. Que espere el desayuno.

Fuente: Ideal

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