25 febrero 2009

HOY: Santa Jacinta Religiosa (año 1640)

Jacinta, en griego significa: "Flor de buen olor".

Esta es una santa que tuvo dos conversiones (o cambios de costumbres de la maldad hacia la santidad). Ella, como San Agustín, tuvo que convertirse de una vida de mundanalidad a una vida de religiosidad, y luego como Santa Teresa, tuvo que convertirse de una vida de poco fervor a una vida de gran santidad. Un día dispuso irse de monja al convento de las hermanas franciscanas. Tenía veinte años. Era la primera determinación verdaderamente prudente que tomaba en su vida. Era su primera conversión

El Señor le envió dos medios muy eficaces para convertirla. El primero fue una gravísima enfermedad, cuando tenía 30 años. Se sintió en las puertas del sepulcro. Y en medio de los fortísimos dolores se puso a pensar qué diría Nuestro Señor en el Juicio, a la hora de su muerte, si ella continuaba viviendo aquella vida de relajamiento y de indiferencia religiosa. Ofreció sus dolores a Dios para que la perdonara y para que le concediera el don de la conversión y mandó llamar a un santo sacerdote. Ahora Dios le iba a dar la salud del cuerpo y la salud del alma.

Y aquí le llegó el segundo medio que el cielo le enviaba para que se convirtiera. Aquel sacerdote franciscano era muy estricto y al llegar a su celda y verla tan llena de lujos y adornos le dijo que él no la podía confesar porque ella vivía más como una mundana que como una religiosa franciscana. Y se alejó diciéndole que el Paraíso no estaba destinado para los que viven como ricos comodones y orgullosos, sino para los pobres de espíritu que viven sin lujos ni cosas innecesarias.

Murió San Jacinta en el año 1640, y después de muerta obtuvo para sus devotos tan grandes favores y milagros, que el Santo Padre el Papa Pío Séptimo la declaró santa. Su cuerpo se conserva incorrupto en Viterbo.

Esta enérgica determinación del Padre confesor la hizo cambiar completamente. Mandó sacar todos los lujos de su habitación, y al día siguiente al volver el santo sacerdote, hizo Jacinta una confesión de toda su vida, llorando de todo corazón y arrepintiéndose de todos sus pecados. Y desde aquel día su vida fue otra, totalmente distinta. Dios le había concedido el don de la verdadera conversión. Dejó sus vestidos lujosos y sus vanidades y empezó a vestir como la religiosa más pobre del convento.

Desde el día de su conversión Jacinta ya no toma alimentos finos y rebuscados como antes, sino que se alimenta de lo más pobre y ordinario de aquel convento.

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